sábado, 24 de julio de 2010

Fofito

No hombre, no. No hija, no, que diría el grande Antonio Ozores (que en paz descanse). Hay cosas que no. Y es que acabo de ver una entrevista que le ha hecho Cristina Tárrega a Alfonso Aragón, “Fofito” y, de verdad, he tenido que cambiar de canal antes de que acabase...

Porque no he podido. Si tienes alrededor de 40 años, como yo (ay..., duele decirlo), entenderás que decir Fofito es como hablar de mitología. Decir Fofito siempre viene acompañado de Gaby, Miliki y Fofó. Y Milikito, eso sí, como artista invitado con un cencerro, porque aún no hablaba... (si tienes menos de 30 años, esto te estará sonando como cuando desterraron a Napoleón a una isla, más o menos, pero es parte de la vida de quien escribe).

Fofó, con quien los niños de la época aprendimos que hasta los payasos se mueren, y que no existe la inmortalidad; es, probablemente, el primer muerto que los de mi edad hemos conocido (bueno, vale, sí, Rodríguez de la Fuente, están así-así los dos...)

Gaby, del que nadie entendía su saxofón, y por qué se juntaban con gente más tonta que él (claro, es que eran hermanos, qué íbamos a saber entonces los niños, si sólo había dos canales). Miliki, aún vivo, aunque no hace reír desde aquellos formidables, geniales sketchs que hacían, se le tiene cariño, como de abuelo. Milikito (vaya, Emilio Aragón), reciclado al mundo de los no-payasos y, bueno, no le ha ido mal... Y Fofito.

Tengo un disco de vinilo en el que los payasos de la tele anuncian su regreso a España (¡!) y dicen que vienen a hacer felices a los niños españoles (una fortuna en eBay, seguro). En ese disco, protagonizado por Gaby, Miliki y Fofó, se anuncia, en primicia, debutando, enmarcado en una estrella de color amarillo “y Fofito”, como sugiriendo que él era la gran estrella futura. 38 años más tarde, leo ocasionalmente titulares como “Fofito no se habla con su familia”, “Fofito recupera su vida y graba un nuevo disco”, “Fofito se cura de su adicción al alcohol”... Si esto no es un ídolo caído, que venga Dios y lo vea. Mi generación no cree en nada, y con razón, teniendo en cuenta que niños como era yo dejábamos de jugar a la pelota para ver a los Payasos de la Tele, preparábamos la merienda con tiempo para no perdernos el Circo de la Tele, e íbamos a mear mientras estaban los domadores (nunca me gustaron los animales) para ver el genial, grandioso, sublime sketch de los payasos con el Señor Chinarro.

Y ahora, casi cuarentón (perdón, cuarentañero, que suena como más... mejor) tengo que aguantar cómo Cristina Tárrega tutea a Fofito en un canal que no sé cuál es pero que en mi tele está más allá del 12, le pregunta sin miramiento alguno sobre su reconciliación con su familia (bueno, de eso me alegro, claro), se burla de su situación actual y de lo mal que lo ha pasado, sobre si su primo Emilio Aragón le habla o no, si su nuevo circo hace o no taquilla... Tengo que aguantar que un periodista faltón, maleducado y con risa permanente de cocainómano le haga al invitado preguntas de doble sentido con la clara intención de dejarlo en ridículo, que los supuestos e-mails que manda el público demuestren un desconocimiento atroz del personaje...o quizás una mala leche, a lo mejor del propio equipo del programa, digna del más capullo de los periodistas.

Y mientras, Fofito, el hombre, el mortal, intentando salir airoso de semejante encerrona, de la cual nadie puede salir airoso. Intentando ser gracioso ante un público que sólo quiere saber cuánto bebía cada día.

Cuando Cristina Tárrega, en mitad de la entrevista, ha preguntado “y Gaby, ¿qué es de él?”, se me han roto los fusibles; Fofito, educado el hombre, ha respondido “se murió...” y la presentadora ha respondido “ah...”, y ha seguido con otra pregunta más tonta todavía...

Ahí he tenido que cambiar urgentemente de canal y ver un rato a Belén Esteban, no he podido soportarlo. Es, en palabras de Wagner, el ocaso de los dioses.

martes, 13 de julio de 2010

Buen viaje

Hay días grises, tontorrones, de esos que no son malos ni buenos, sino todo lo contrario; de esos en los que uno está incómodo con el mundo, sin que el mundo le haya soplado siquiera; de esos en los que dices “me parece que hoy me voy a pelear con el primero que me mire”; de esos en los que, a la mínima, le montas la de San Quintín al pobre operario de Jazztel, Telefónica, Tele2 o similar que llame (que llaman, vaya si llaman) a tu casa a eso de las 4:15 de la tarde...

Esos días, en los que uno está al filo de la navaja, pueden decantarse hacia cualquiera de las dos vertientes del tejado: o bien salta una chispa que provoca todo el incendio, o bien sucede algo que echa una piscina de agua fría sobre la caldera de tu cabeza, y te reconcilias de repente con el mundo y con sus habitantes.

Así iba yo hace unos días, con una nube gris plomo en la cabeza, enfadado con el universo sin motivo aparente, lo cual es doblemente cabreante, porque no tienes a quién echarle la culpa... Iba conduciendo hacia mi casa, de vuelta del trabajo, tras bastantes kilómetros de camino, cansado, agotado física y mentalmente... Uno de esos días que, cuanto antes termine, mejor.

Y sucedió algo, una tontería; es hasta difícil explicarlo sin parecer demasiado estúpido. Más que lo que vi, fue lo que pensé.

Al pasar por debajo de uno de los puentes que atraviesan la autovía, leí, así de sencillo: “Buen viaje”. Escrito con spray negro, en mayúsculas, nada especial. Nada reivindicativo, ni político, ni futbolero, ni ofensivo, ni... Nada, sólo “buen viaje”.

Y me dio por pensar en el chiquillo (no sé por qué, supuse que sería un chiquillo) que, cabeza abajo, se arriesgó tontamente para escribir “buen viaje”. Para desearle a conductores anónimos, a personas que no conocía de nada, que no tuvieran problemas en la carretera, poniendo en peligro su propia vida, o que lo detuviese la policía, o que le cayese la bronca del siglo por parte de sus padres...

O, quién sabe, el pintor iba borracho (muy probable, supongo) y, en lugar de escribir una ordinariez, se le ocurrió desear el bien a sus semejantes. O, podría ser también, que quien lo hizo lo llevase pensando desde hacía mucho tiempo, urdiendo el plan en secreto, esperando el momento (seguramente nocturno) para realizar su ¿fechoría?.

En fin. El caso es que, fuese quien fuese el que escribió aquello, ebrio o sobrio, joven o viejo, hombre o mujer, planta, animal o cosa... Fuese quien fuese, decía, el autor de la pintada, me alegró el día, despejó los nubarrones de mi mente, me puso una sonrisa en la boca y me regaló una tarde de buenos pensamientos hacia los seres humanos. Por qué poca cosa se puede uno sentir bien. Fíjate si soy tonto... (¿o no?)

lunes, 12 de julio de 2010

Campeones del mundo!!!!

Campeones, campeones, oé oé oeeeeeeeeeeeeeeé !!!!!!!!!!!!!!!!!!
Campeones, campeones, oé oé oeeeeeeeeeeeeeeé !!!!!!!!!!!!!!!!!!

Ya está, esto es lo que tenía que decir :)