miércoles, 14 de septiembre de 2011

Partícula subatómica

Había una vez una partícula subatómica que vivía en un acelerador de partículas. Da igual si era un electrón, un neutrino o una partícula alfa, eso no nos importa. Lo que importa es que la partícula era feliz en su acelerador; daba vueltas y vueltas y solamente de vez en cuando se chocaba con otra partícula que venía en dirección contraria. Eso le gustaba, era lo que se esperaba de ella, que se chocara y se produjesen nuevas subpartículas que los científicos estudiarían para ir descubriendo que la materia no tiene fin... Mientras se chocaba o no, seguía dando vueltas, y cuando chocaba se enorgullecía de su función, útil para la ciencia. Luego, volvía a renacer de la nada (como todo el mundo sabe, es lo que hacen estas partículas) y seguía dando vueltas.

Todo iba bien, hasta que, tras dos o tres millones de vueltas al tubo de 40 km del acelerador, llegó un momento en que la partícula se sintió encerrada; empezó a pensar que no era libre, que solamente hacía lo que se esperaba de ella, y que no tenía más camino a seguir que los kilométricos cilindros donde, con el resto de sus compañeras, existía. En las tertulias con sus colegas empezó a comentar que no se sentía feliz, que necesitaba explorar nuevos caminos, otras direcciones, otros vectores, en este o en otros universos, daba igual, pero siendo ella la que decidiese el camino a seguir. “Eres tonta”, le dijo un día una partícula tau, “eres una partícula subatómica en un acelerador de partículas, ¿qué crees que puedes hacer fuera de aquí? Tu destino es éste, y no otro, no quieras ser lo que no eres”... las demás la miraban con diferentes expresiones, unas con asombro, otras con compasión, indignación, e incluso alguna con una irritante sonrisa paternalista.

La partícula se resignó, y pensó que no le quedaba otra que seguir dando vueltas y chocándose con quien viniese de frente... pero no era feliz. Cada vez giraba más despacio, las vueltas al acelerador se le hacían interminables, y cuando chocaba con otra (cada vez menos), se limitaba a destellar fugazmente... incluso los científicos lo notaron, vieron que esa partícula no era como las demás, que no tenia la misma fuerza que el resto, y dedujeron que era una cuestión de isótopos.

Al cabo de varios eones (en el mundo de las partículas subatómicas da igual un segundo que mil años, cosas de la relatividad) la partícula concluyó que no podía más, que necesitaba libertad, y que debía salir de allí; ese acelerador era una cárcel, brillante y genial, sí, pero una prisión al fin y al cabo, y se estaba asfixiando.

Y escapó. En una de las vueltas descubrió un pequeño resquicio entre varios átomos y, tras reunir el valor suficiente, salió al exterior. ¡Por fin era libre, podía dirigir sus desplazamientos espacio-temporales adonde quisiera! Eso era, para ella, la felicidad: la libertad.

Ahora nadie le marcaba el camino a seguir, solo ella misma, y podría saltar a la dimensión espacio temporal que deseara; e hizo uso de la libertad: viajó, a la velocidad de la luz, por toda la Tierra, y cuando se hartó, salió a conocer Marte, y el cinturón de asteroides, y tras recorrer el Sistema Solar fue a visitar el Cinturón de Kuiper, y luego estuvo en Alfa Centauro, y en NGH 2347, y en la Puerta de Tannhäuser, y en... pero se seguía aburriendo, porque era muy indecisa, y cuando estaba en un sitio, inmediatamente quería estar en otro, y la galaxia de al lado siempre le parecía más brillante que donde se encontraba en ese momento...

Y, ay, se dio cuenta de que le seguía faltando algo: podía ir a donde quisiera, pero... ¿a dónde quería ir? Era libre, completamente libre, para dirigir sus pasos a cualquier parte del Universo, el problema era que... no sabía a dónde ir... quería ir al norte, pero también al sur, y al este, y al oeste, y a todas las coordenadas posibles. ¿Para qué sirve la libertad, si al final hay que limitarse a una sola opción a la vez?

Entonces tomó una decisión: tomar todos los caminos posibles al mismo tiempo. Las partículas podían hacerlo, pero le habían explicado en la escuela (una escuela infinitesimal, claro) que era tremendamente peligroso, de hecho nadie sabía las consecuencias de realizar ese acto; la mecánica cuántica es tan absolutamente compleja que ni siquiera las partículas la conocen del todo... era consciente del peligro, le habían advertido, pero ya llevaba varios millones de años-luz recorridos dando tumbos por el espacio, y estaba peor que antes, porque había descubierto que así tampoco era feliz. Tan miserable se sentía, que había vuelto a la Tierra, y estaba completamente inmóvil en un descampado, al sol, sin ganas de nada...

Es mejor intentarlo, por arriesgado que sea, que vivir siendo una desgraciada, pensó; se armó de valor, desplegó las super-cuerdas de que estaba hecha en todas las direcciones posibles, y se proyectó por el Universo...

Acabó desapareciendo en el infinito...

sábado, 25 de junio de 2011

Profeta

Hay un profeta que no figura en la Biblia, pero que condiciona la vida de todos los humanos. Nadie lo ha leído, pero todo el mundo ha escuchado hablar de sus enseñanzas, y desde niños nos creemos a pies juntillas todo lo que nos dice, haciéndonos sentir mal cuando lo desobedecemos. Nos lo han predicado con toda su buena fe padres, maestros, curas, amigos, familiares, y tenemos el convencimiento de que, sólo con nombrarlo, su palabra es sagrada.

Si hacemos caso de los que nos dice, la vida nos irá bien, seremos aceptados por la sociedad y estaremos entre los ciudadanos ejemplares que son dignos de admiración. Terminaremos estudios, tendremos trabajo (y uno bueno además), solvencia económica, una pareja y una familia dignas de envidia, y probablemente estaremos en sintonía con el Universo entero. Pero, si no le seguimos la corriente... ay, entonces el mundo no nos lo perdonará, seremos desterrados de los bienpensantes y nos alejaremos de la media aritmética de los humanos...

Es un asunto comúnmente aceptado que el profeta del que hablo siempre tiene la razón, es más, basta citarlo para que lo que se añada a continuación sea cierto. Hasta presidentes de gobierno y autoridades religiosas se rinden a sus pies, y cuando un político lo invoca, parece hasta que lleve razón en lo que dice.

Sin embargo, existe una tropa de descreídos que no le profesan la debida veneración, y entre estos hay dos tipos: los primeros, aquellos que no han creído nunca en él, y que se definen a sí mismos como seres satisfechos, puede que incluso felices, extrañamente felices, porque el resto de mortales los desprecia, los rechaza y no puede comprender su chocante comportamiento.

Pero los peores son los segundos, quienes lo siguieron sin dudar, fueron sus más fervientes súbditos y un día se percataron de que, al acatar su doctrina, habían arruinado su vida por completo: ¿qué hay peor que descubrir un día que has sido fiel a tu maestro, has cumplido todos los preceptos que te han sido encomendados y que, sin embargo, tu propia vida se desmorona porque toda esa sabiduría no era lo que necesitabas? ¿que la ideología que has seguido y defendido era... humo?

El nombre del profeta, lo sabemos... Se llama San Deberías, y todos lo hemos invocado más de una vez, y nos lo invocan de vez en cuando. La creencia en este profeta no es maligna, y cuando alguien lo cita lo hace en general con intención sana, de ayudar. Sin embargo, hay que hacer una denuncia: es un falso profeta.

Necesitamos dejar de una vez de escuchar sus enseñanzas, sus embustes y falacias imposibles de cumplir, y convertirnos; seguir a otros profetas más veraces, como son San Quiero, San Necesito y San Yomismo, aunque también a estos hay que ponerlos en cuarentena...

lunes, 6 de junio de 2011

Saber...se

El caso es saberse uno mismo, como quien se sabe una lección de carrerilla, o una canción, o el padrenuestro. Pero en estos casos, querer empezar por la mitad es inútil, no te la sabes tan bien... necesitas empezar desde el principio, para que el ritmo interno te tire de la memoria y las palabras vayan saliendo solas.

Con la propia vida es parecido, crees que te sabes, pero como te quedes parado pierdes el hilo, no sabes seguir porque has perdido la inercia que llevabas. Necesitas empezar de nuevo, desde el principio, desde la línea 1 del texto. El problema es que leíste esa línea hace... ¿cuánto hace que leíste esa línea? Además, en la época en que la escribiste aquella frase tenía sentido, pero ¿por qué hoy no la entiendes, no te dice nada, ni siquiera te crees que fuese tuya?

Es como esas veces que, de repente, una palabra cualquiera te resulta extraña, como si no la hubieras escuchado nunca. De repente, “murciélago” o “jardinería” te suenan a chino mandarín; de repente, la propia vida parece extraña, ajena, y lo peor es la sorpresa, porque se supone que uno mismo se sabe de memoria, y resulta que no, que te has olvidado de cómo eres, de quién eres...

Qué vergüenza, no saberse, ¿y si te preguntan, como en la escuela? ¿Y si descubren que no te sabes, que no te has aprendido todavía? Pero, ¿cómo estudiarse, como memorizarse o, aún más complicado, cómo entenderse?

No memoricéis, alumnos, dicen los profesores, comprended el significado de lo que ahí está escrito y se os quedará dentro, pero, ¿cómo se comprende el propio texto que uno ha ido escribiendo, lleno de tachones, tippex, folios arrugados, anotaciones al margen, manchas de café y lágrimas? Porque no ha habido tiempo para pasarlo a limpio, porque no podemos parar de escribir folios nuevos que no nos dejan releer los antiguos... porque como no entendemos la explicación de los profesores que son el mundo y la vida, tomamos en los apuntes lo poquito que somos capaces de descifrar, y eso no hay manera después de comprenderlo, ni memorizarlo, ni a veces tiene demasiado sentido.

Has perdido el hilo, eso es, basta con seguir la lectura y te enterarás de qué va la historia... ¿y si la historia no te gusta? ¿y si paraste de leer precisamente porque no querías seguir el argumento? Ojalá pudieras avanzar varias páginas de golpe y descubrir ahora mismo quién es el asesino, como en las novelas de misterio, pero sabes que no puedes, y que aunque el final no te guste hay libros que no se pueden dejar a la mitad, como el de tu propia vida.

Saberse, saberse... los demás aparentan saberse bien, llevan años demostrando a los otros que se saben, pero la mayoría copian o utilizan chuleta, porque no se saben, nadie se sabe en realidad. ¿O sí? Y eso es lo peor, ¿y si eres tú el único que aún no se ha aprendido a sí mismo, el más torpe de la clase? ¿Se puede repetir curso en la escuela de la vida? Algunos dicen que sí, pero el precio de la matrícula se duplica, o se triplica...

domingo, 29 de mayo de 2011

Llevado por el viento

- No le mires a los ojos, no le trates con demasiada confianza, ni con demasiado recelo; intenta ser natural, pero no demasiado. Si no le caes bien, está todo perdido... – dijo Jaime, con visible preocupación.

- Pero a ver, ¿por qué tiene tanta autoridad ese hombre? ¿Quién le dio ese cargo, y sobre todo, por qué nadie puede llevarle la contraria? – replicó Andrés, irritado.

- Andrés, no te pases, que eres nuevo en esto, ya irás aprendiendo... A Don Silverio no se le cuestiona, se le obedece y ya está.

- ¿Y es que no se va a jubilar nunca, y quién puede echarlo de ahí, y quién había antes, y....?

- Mira, te contaré lo poco que sé, porque nadie conoce exactamente la verdad, pero por favor, no le digas a nadie que te lo he contado yo...:

parece ser que, ya antes de la II República, cuando el cine empezaba a ser el espectáculo de masas que es hoy, y ante la avalancha que se avecinaba de películas extranjeras (sobre todo, norteamericanas), alguien con mucho, mucho poder, nombró al jovencísimo Silverio Maldonado “Titulador Oficial del Reino”. Su trabajo era, como ya sabes, poner el título en español a las películas que vienen en otro idioma.

El trabajo parecía fácil, ya que Silverito era de los pocos españoles que, en aquella época, dominaba el inglés, francés y otros idiomas con soltura; bastaba con traducir la frase que formaba el título y ya estaba... Pero a Silverito, perdón, ya Don Silverio, se le empezaron a subir los humos, sobre todo cuando sobrevivió al auge y a la caída de la República y, nadie sabe cómo, mantuvo su puesto durante todos los años del franquismo, acaparando cada vez más poder, y acrecentando su misterio y su leyenda personal... dicen que se atrevía a gritarle a Franco, fíjate, e incluso se rumorea que abofeteó una vez al mismísimo Escrivá de Balaguer...

Total, que empezó a ser, digamos... “creativo”, y en lugar de simplemente traducir el título, como hizo con “El tercer hombre”, o “Casablanca”, o “Una noche en la ópera”, creyó oportuno instruir al inculto pueblo español, explicarle de qué iba la historia, porque pobrecitos de nosotros, tan catetos, tan poco leídos... Parece ser que, aunque ya lo había hecho algunas veces antes (como en “Bringing up, baby”, conocida aquí como “La fiera de mi niña”), su vocación redentora se disparó con “Lo que el viento se llevó”, que en inglés es algo así como “Llevado por el viento”...; dicen que se sintió tan orgulloso de su aportación a la historia que se aplicó más que nunca a su tarea, dispuesto a enmendar la plana a los guionistas de Hollywood, qué sabrían ellos de buenos títulos...

Así, en vez de “Some like it hot”, tuvimos “Con faldas y a lo loco”, que se parece al original como un huevo a una castaña; o cuando hubo que explicar que “Doctor No” debía llamarse “Agente 007 contra el doctor No”, por si alguien lo dudaba; “Amor en conserva” de los Marx y Marilyn, era en realidad “Love happy”, ¿dónde están las conservas?; “North by Northwest” pasó a ser “Con la muerte en los talones”, “The seven year itch” la conocemos como “La tentación vive arriba”; “Con él llegó el escándalo” era “Home from the Hill”, que podría haber sido “La casa de la colina”, o algo parecido. En “Rosemary’s baby”, ¿para qué mantener la intriga?, es mejor contar a todo el mundo el final, hombre, ¡abajo el suspense, llamémosla “La semilla del diablo”! Clint Eastwood y Jeff Bridges en “Thunderbolt and Lightfoot” pasan a ser “Un botín de 500.000 dólares”... y podríamos seguir todo el día, la creatividad de Don Silverio no tenía límites.

Con la llegada de la democracia, algunos pensaron que a Don Silverio le había llegado su hora, pero no podían estar menos acertados. Como de costumbre, el cada vez más intocable Silverio Maldonado ascendió un poco más en esa escala de personas que nadie conoce pero que controlan el país y el mundo, protegido por quién sabe quién, seguro que más poderoso que él... los rumores dicen que Don Juan Carlos I adoptó este nombre compuesto, raro en un rey, porque Don Silverio, en fin, ya te puedes imaginar... Sobrevivió a cambios de gobierno, a ministros de Cultura, a la SGAE y a los premios Goya, y ahí sigue; no se jubila, ni piensa hacerlo, y su extraña longevidad (debe haber cumplido ya los 100 años, o eso dicen) ha creado bulos sobre su relación con oscuras artes mágicas y acerca de quién, en realidad, es el padrino que le mantiene en el cargo, o si él mismo es ese Quién que gobierna a todos los demás...

Y siguió trabajando: en “Star Wars”, ¿dónde están las Galaxias del título en español?; en “Groundhog Day” (El día de la marmota), creyó imprescindible reventarnos el argumento, llamándola “Atrapado en el tiempo”; “Highlander” no es en España “El de las tierras altas”, ni nada similar, sino “Los inmortales”, hala, otra vez el argumento destripado; o “Daylight”, que por si no estaba claro de qué iba, había que llamarla “Pánico en el túnel”. “First blood” la conocemos por “Acorralado”, “The naked gun” se llama aquí “Agárralo como puedas”, “Carlito’s way” se convierte en “Atrapado por su pasado”... Y ya no digamos “Die hard”, que podría haber sido “Duro de matar” o algo así, pero no, Don Silverio vio imprescindible aclarar que se trataba de “La jungla de cristal”... el problema vino con las secuelas, cuando ya no había ni jungla ni cristal ni nada... pero don Silverio, erre que erre, siguió con su empeño, “La jungla 2”, “La jungla 3”... y las que hagan falta.

Pero lo peor es que, cuando alguien le lleva la contraria, u osa desafiarle, su rabieta acaba provocando siempre lo mismo: conservar el título original. Ahí está “Grease”, que Don Silverio quería llamar “Jóvenes alegres”, o “Toy Story”, que, en fin... Se empeñó en que “Cold mountain” debía llamarse “El amor siempre vuelve”, pero como el entonces Director General del asunto se opuso, pues hala, el original... y el Director General, destituido.

No hace mucho, cuando se empeñó en llamar “El genio azul del desierto” a lo que debería haber sido “Aladino”, el entonces ministro de Cultura le echó valor y se le enfrentó; ¿la consecuencia?: ahí está “Aladdín”, el título más fácil de traducir y sin embargo, el más absurdamente conservado del inglés... o la más reciente “Up”, ¿es que no era fácil? Claro, Don Silverio quería “Un abuelo volador”, la SGAE, o quien fuese, protestó, y... En fin, ahí están, “American beauty”, “Apocalypse now”, “Deep blue sea”, “Goldeneye”, “House on haunted hill”, “Duplicity”, “Ice age”, “The italian job”, “Mystic river”, “Ocean’s eleven”, “Scream”, “Scary movie”, “Training day”, “Underworld”… y así hasta el infinito.

Bueno, y ya no hablemos de los telefilmes, esos de los fines de semana que se titulan originalmente “Una idea estupenda” y los traducen como “Asesinato sangriento”...

Ahora, lo que jamás le perdonaré a Don Silverio es que, a la película japonesa “Super Robot Match Baron” la llamó, atención... “¡Mazinger Z, el robot de las estrellas”! ¡Pero si no tenía nada que ver con la serie! Aún recuerdo cuando mi padre, con toda su buena intención, me llevó a verla al cine... qué decepción... ¿Mazinger, rojo?

Oye, pero basta ya de explicaciones, y mucho cuidado, vamos a entrar...


(Nota del autor: lo de Mazinger Z es verídico y autobiográfico...)

sábado, 30 de abril de 2011

El fin del mundo

Tengo miedo, mucho miedo...

Resulta que dice un anuncio de la tele que Miguel Indurain, pentacampeón del Tour de Francia, uno de los más grandes deportistas españoles de todos los tiempos (si no el que más), ¡tiene colesterol!, y necesita tomarse todos los días una especie de yogur mágico que te lo quita.

Vale, que Manolo Escobar tenga colesterol, con la edad que ya tiene el hombre, medio se entiende (y digo "medio" porque Manolo es otro de esos seres intemporales, congelados en la historia de España)... pero ¿Miguel Indurain? ¿El mismo que en reposo tiene 2 ó 3 pulsaciones por minuto, cuyo corazón es como cuando cae un árbol en medio del bosque, qué cómo sabes que ruido hace, si no lo escuchas nunca? ¿El mismo que ganaba las carreras como una supremacía insultante mientras que Rominger lloraba de impotencia? ¿El que nos dejó sin siesta durante un montón de años, mientras aguantábamos 40 grados a la sombra de un gazpacho veraniego?

No, me niego, no me lo creo, ¡no puede ser! Es que no, y que no. Se me cae un mito a los pies (no será el primero, ni el último desde luego...)

Pero eso no es lo peor: lo que de verdad me preocupa es que, si Don Miguel tiene colesterol, ¡estamos todos muertos! ¡No podemos hacer nada, ni con bífidus ni sin bífidus, ni con spinning ni con pilates ni con puñetas! Si un coloso, un titán, un cíclope (en este caso, no de un solo ojo, sino de una sola ceja) tiene la sangre llena de ladrillitos de esos que te bloquean por dentro, los demás mortales no tenemos ninguna posibilidad. Ya podemos ir al gimnasio todos los días, comer solamente lechuga y pavo como si fuésemos Victoria Beckham o ir andando al trabajo presumiendo de la mancha de sudor en el traje... Nada, nada tiene sentido ya; si Indurain tiene colesterol, no hay nada que hacer...

Habrá que resignarse, asumir que hasta los dioses tienen los pies de barro, o de manteca, para ser más exactos, y que no tenemos escapatoria. O mira, quizás sea una buena noticia: dejemos de preocuparnos y volvamos a beber cerveza y comer cerdo, disfrutemos de la vida y del plato y de la copa, total, ya está todo perdido... Hala, a hincharse, sin Indurain no ha podido estar sano a pesar de escalar todas las montañas del planeta, ¿qué podemos hacer los demás?

Claro que... puestos a buscar conexiones y conspiraciones, este anuncio, en lugar de estar pagado por la marca de bífidus en cuestión, ¿no estará patrocinado en secreto por Mahou, Campofrío, Lays y Häagen-Dazs? ¿No será uno de esos casos de psicología inversa, en los que acabas haciendo lo contrario de lo que te dicen, pero en realidad les obedeces sin saberlo? Quién sabe, a lo mejor es lo que quieren hacernos creer, "come y bebe, consume y gasta, que el mundo se acabará igual".

Yo no sé qué pensar; en cualquier caso me preocupa, y mucho. Estas cosas hacen ver de golpe lo débiles que somos y que nadie, por mucho que se parezca a Hércules, está a salvo.

Lo que me pregunto es para cuándo inventarán un chuletón que lleve ya los bífidus incorporados, esa es nuestra verdadera esperanza...